martes, 5 de mayo de 2015
El soñador, de Benjamín Prado
Una noche soñé que era Pablo Neruda.
Estaba en la playa y oí en mi corazón segundos rojos,
vi en el cuarzo una suma de erizos y tormentas,
vi en la gaviota un cruce del vértigo y la nieve.
Un clavel era el ojo de quien mira un incendio.
La escarcha era una lluvia de cúpulas deshechas.
Los destellos del oro,
avispas que volaban en torno a su panal.
Yo fui Pablo Neruda,
compré diamantes en las fruterías,
domaba diccionarios con un látigo verde
y cavé un túnel que iba del pan a las banderas.
Tú venías a mí
como septiembre acude a las manzanas.
Cuando me desperté,
la sombra de los árboles
le ponía a la luz sus negras herraduras.
Cuando me desperté
no quedaban ni viento ni banderas
y te había perdido.
A veces es tan triste no ser Pablo Neruda
y que la noche sea nada más que la noche
y el día, sólo el día.
Benjamín Prado
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