miércoles, 6 de mayo de 2015

Decíamos ayer







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  • Fray Luis de León

    (1527-1591) Vida retirada ¡Qué descansada vida la del que huye el mundanal ruïdo y sigue la escondida senda por donde han ido los pocos sabios que en el mundo han sido! 5 Que no le enturbia el pecho de los soberbios grandes el estado, ni del dorado techo se admira, fabricado del sabio moro, en jaspes sustentado. 10 No cura si la fama canta con voz su nombre pregonera, ni cura si encarama la lengua lisonjera lo que condena la verdad sincera. 15 ¿Qué presta a mi contento si soy del vano dedo señalado, si en busca de este viento ando desalentado con ansias vivas y mortal cuidado? 20 ¡Oh campo, oh monte, oh río! ¡Oh secreto seguro deleitoso! roto casi el navío, a vuestro almo reposo huyo de aqueste mar tempestuoso. 25 Un no rompido sueño, un día puro, alegre, libre quiero; no quiero ver el ceño vanamente severo de quien la sangre ensalza o el dinero. 30 Despiértenme las aves con su cantar süave no aprendido, no los cuidados graves de que es siempre seguido quien al ajeno abritrio está atenido. 35 Vivir quiero conmigo, gozar quiero del bien que debo al cielo a solas, sin testigo, libre de amor, de celo, de odio, de esperanzas, de recelo. 40 Del monte en la ladera por mi mano plantado tengo un huerto, que con la primavera de bella flor cubierto, ya muestra en esperanza el fruto cierto. 45 Y como codiciosa de ver y acrecentar su hermosura, desde la cumbre airosa una fontana pura hasta llegar corriendo se apresura. 50 Y luego sosegada el paso entre los árboles torciendo, el suelo de pasada de verdura vistiendo, y con diversas flores va esparciendo. 55 El aire el huerto orea, y ofrece mil olores al sentido, los árboles menea con un manso ruïdo, que del oro y del cetro pone olvido. 60 Ténganse su tesoro los que de un flaco leño se confían: no es mío ver al lloro de los que desconfían cuando el cierzo y el ábrego porfían. 65 La combatida antena cruje, y en ciega noche el claro día se torna; al cielo suena confusa vocería, y la mar enriquecen a porfía. 70 A mí una pobrecilla mesa, de amable paz bien abastada me baste, y la vajilla de fino oro labrada, sea de quien la mar no teme airada. 75 Y mientras miserable- mente se están los otros abrasando en sed insacïable del no durable mando, tendido yo a la sombra esté cantando. 80 A la sombra tendido de yedra y lauro eterno coronado, puesto el atento oído al son dulce, acordado, del plectro sabiamente meneado. 
 
 
 
 
  •  Noche serena
    
    
      Cuando contemplo el cielo
    de innumerables luces adornado,
    y miro hacia el suelo,
    de noche rodeado,
    en sueño y en olvido sepultado,                 5
    
      el amor y la pena
    despiertan en mi pecho un ansia ardiente;
    despiden larga vena
    los ojos hechos fuente;
    la lengua dice al fin con voz doliente:         10
    
      «Morada de grandeza,
    templo de claridad y de hermosura:
    mi alma que a tu alteza
    nació, ¿qué desventura
    la tiene en esta cárcel, baja, oscura?          15
    
      «¿Qué  mortal desatino
    de la verdad aleja ansí el sentido,
    que de tu bien divino
    olvidado, perdido,
    sigue la vana sombra, el bien fingido?          20
    
      «El hombre está entregado
    al sueño, de su suerte no cuidando,
    y con paso callado
    el cielo, vueltas dando,
    las horas del vivir le va hurtando.             25
    
      «¡Ay!, despertad, mortales!
    Mirad con atención en vuestro daño.
    ¿Las almas inmortales,
    hechas a bien tamaño,
    podrán vivir de sombra y sólo engaño?           30
    
      «¡Ay!, levantad los ojos
    a aquella celestial eterna esfera:
    burlaréis los antojos
    de aquesta lisonjera
    vida, con cuanto teme y cuanto espera.          35
    

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