domingo, 24 de abril de 2016

Francisco de Quevedo










Quevedo tuvo una educación esmerada en el colegio imperial de los jesuitas en Madrid


Felipe IV, Basílica de San Isidro




 

Pedro Téllez-Girón y Velasco Guzmán y Tovar (Osuna, 17 de diciembre de 15741 -Barajas, 24 de septiembre de 1624) fue un noble, político y militar español, Grande de España, III duque de Osuna, . Sirvió a Felipe III en los empleos de virrey y capitán general de los reinos de Sicilia (1610-1616) y de Nápoles (1616-1620), reorganizando su marina y combatiendo con éxito a turcos y venecianos. Se le atribuye la organización de la Conjuración de Venecia, uno de los episodios más oscuros del siglo XVII.
Conocido como El Gran Duque de Osuna, Osuna el Grande o Pedro el Grande para sus contemporáneos, a pesar de disfrutar de unas enormes rentas, este Grande de España prefirió los campos de batalla y la aventura. Luchó en Flandes como soldado e intentó modernizar la Armada española, luchando contra turcos y berberiscos en el Mediterráneo. Pero no pudo vencer la corrupción de la Corte. Olivares, al considerarle hombre de Uceda, lo mandó a prisión, donde murió.
Francisco de Quevedo fue amigo, consejero y secretario del gran duque, y le dedicó varias obras. Asimismo, escribió una extensa biografía suya que nunca llegó a imprimirse: los Dichos y hechos del duque de Osuna en Flandes, España, Nápoles y Sicilia.3 Al parecer, según el quevedista norteamericano James O. Crosby y Pablo Jauralde Pou, catedrático de Literatura Española en la UAM, este manuscrito inédito se conserva hoy —al parecer— en una colección de complicado acceso, la de José María Iduarre, marqués de Valdeterrazo.

La conjuración de Venecia de 1618 fue una confusa intriga diplomática entre la Monarquía Hispánica de Felipe III y la Serenísima República de Venecia, que condujo a una violenta revuelta contra los extranjeros al descubrirse (19 de mayo). Las fuentes italianas la denominan conjuración o conjura de Bedmar, nombre del embajador español.1
Según las fuentes venecianas, el origen sería un complot de las autoridades de los dominios españoles en Italia: el virrey de Nápoles (el Duque de Osuna, asistido por Francisco de Quevedo), el gobernador de Milán (Marqués de Villafranca), junto con el embajador español ante la República (Marqués de Bedmar), que habrían manipulado a un grupo de mercenarios franceses asentados en Venecia (algunos de ellos hugonotes, de religión protestante) para provocar una situación que permitiera la intervención militar de la flota española presente en el Adriático. Los franceses terminaron asesinados en los tumultos o ejecutados judicialmente.2
El hecho fue objeto de gran tratamiento propagandístico y literario, incluyéndose entre los temas de la llamada leyenda negra española.3
Las fuentes españolas desplazan la responsabilidad de la manipulación a las autoridades venecianas, que querrían de este modo comprometerlas. De hecho, tras el escándalo, que incluyó un intento de asalto popular a la embajada española y la novelesca huida de Quevedo disfrazado de mendigo -que se libró de la muerte gracias a su dominio del dialecto veneciano-, se produjo la destitución de esos cargos, que los venecianos consideraban hostiles.


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