Disputa entre griegos y romanos
Siglo XIV: Libro de Buen Amor
Entiende bien
mis dichos y medita su esencia;
no me ocurra
contigo como al doctor de Grecia
con el patán de
Roma y su poca sapiencia
cuando Roma
pidió a Grecia su gran ciencia.
Así ocurrió que
Roma de leyes carecía;
se las pidió a
Grecia, que buenas las tenía.
Respondieron
los griegos que no las merecía
ni habrían de
entenderlas, ya que nada sabían.
Pero, si las
quería para de ellas usar,
con los sabios
de Grecia debería tratar,
mostrar si las
comprenden y merecen lograr;
esta respuesta
hermosa daban por se excusar ].
Los romanos
mostraron en seguida su agrado;
la disputa
aceptaron en contrato firmado
mas, como no
entendían idioma desusado,
pidieron
dialogar por señas de letrado.
Fijaron una
fecha para ir a contender;
los romanos se
afligen, no sabiendo qué hacer,
pues, al no ser
letrados, no podrán entender
a los griegos
doctores y su mucho saber.
Estando en esta
cuita, sugirió un ciudadano
tomar para el
certamen a un bellaco romano
que, como Dios
quisiera, señales con la mano
hiciera en la
disputa y fue consejo sano.
A un gran
bellaco astuto se apresuran a ir
y le dicen:
-"Con Grecia hemos de discutir;
por disputar
por señas, lo que quieras pedir
te daremos, si
sabes de este trance salir".
Vistiéronle muy
ricos paños de gran valía
cual si fuese
doctor en la filosofía.
Dijo desde un
sitial, con bravuconería:
"Ya pueden
venir griegos con su sabiduría".
Entonces llegó
un griego, doctor muy esmerado,
famoso entre los griegos, entre todos loado;
famoso entre los griegos, entre todos loado;
subió en otro
sitial, todo el pueblo juntado.
Comenzaron sus
señas, como era lo tratado.
El griego,
reposado, se levantó a mostrar
un dedo, el que
tenemos más cerca del pulgar,
y luego se
sentó en el mismo lugar.
Levantóse el
bigardo, frunce el ceño al mirar.
Mostró luego
tres dedos hacia el griego tendidos
el pulgar y
otros dos con aquél recogidos
a manera de
arpón, los otros encogidos.
Sientáse luego
el necio, mirando sus vestidos.
Levantándose el
griego, tendió la palma llana
y volvióse a
sentar, tranquila su alma sana;
levántase el
bellaco con fantasía vana,
mostró el puño
cerrado, de pelea con gana.
Ante todos los
suyos opina el sabio griego:
"Merecen
los romanos la ley, no se la niego."
Levantáronse
todos con paz y con sosiego,
¡gran honra
tuvo Roma por un vil andariego!
Preguntaron al
griego qué fue lo discutido
y lo que aquel
romano le había respondido:
"Afirmé
que hay un Dios y el romano entendido
tres en uno, me
dijo, con su signo seguido.
"Yo: que
en la mano tiene todo a su voluntad;
él: que domina
al mundo su poder, y es verdad.
Si saben comprender
la Santa Trinidad,
de las leyes
merecen tener seguridad."
Preguntan al
bellaco por su interpretación:
"Echarme
un ojo fuera, tal era su intención
al enseñar un
dedo, y con indignación
le respondí
airado, con determinación,
que yo le
quebraría, delante de las gentes,
con dos dedos
los ojos, con el pulgar los dientes.
Dijo él que su
yo no le paraba mientes,
a palmadas
pondría mis orejas calientes.
"Entonces
hice seña de darle una puñada
que ni en toda
su vida la vería vengada;
cuando vio la
pelea tan mal aparejada
no siguió
amenazando a quien no teme nada".
Por eso afirma
el dicho de aquella vieja ardida
que no hay mala
palabra si no es a mal tenida,
toda frase es
bien dicha cuando es bien entendida.
entiende bien
mi libro, tendrás buena guarida.
La burla que
escuchares no la tengas por vil,
la idea de este
libro entiéndela, sutil;
pues del bien y
del mal, ni un poeta entre mil
hallarás que
hablar sepa con decoro gentil.
Hallarás muchas
garzas, sin encontrar un huevo,
remendar bien
no es cosa de cualquier sastre nuevo
a trovar
locamente no creas que me muevo,
lo que Buen
Amor dice, con razones te pruebo.
En general, a
todos dedico mi escritura;
los cuerdos,
con buen seso, encontrarán cordura;
los mancebos
livianos guárdense de locura;
escoja lo mejor
el de buenaventura.
Son, las de
Buen Amor razones encubiertas;
medita donde
hallares señal y lección ciertas,
si la razón
entiendes y la intención aciertas,
donde ahora
maldades, quizá consejo adviertas.
Donde creas que
miente, dice mayor verdad,
en las coplas
pulidas yace gran fealdad;
si el libro es
bueno o malo por las notas juzgad,
las coplas y
las notas load o denostad.
De músico
instrumento yo, libro, soy pariente;
si tocas bien o
mal te diré ciertamente;
en lo que te
interese, con sosiego detente
y si sabes
pulsarme, me tendrás en la mente.
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